Tras una intensa introducción sobre la historia más reciente de Alemania, y más concretamente de la ciudad de Berlín, el día de hoy tocaba profundizar algo más en la historia del nazismo en el campo de concentración de Sachsenhausen, ahora convertido en Memorial a las víctimas.

[31/08/2018]
Consideramos que es interesante realizar este tipo de visitas de forma guiada para acabar de comprender el lugar y su historia, en nuestro caso reservamos con Sandeman’s, pero hay varias empresas más que realizan el mismo tour e incluso el propio campo tiene sus guías. Elegimos hacerlo con Sandeman’s porque, como ya comentamos el día anterior, es una empresa que conocemos y nunca nos decepciona, pero seguro que cualquiera de las otras es igual de buena.
Analizando a fondo cada rincón de Sachsenhausen
Iniciamos el tour en la Puerta de Branderburgo donde tomamos el tren hasta Oranienburg (unos 50 minutos), aquí debemos tener en cuenta que antes de iniciar el tour se debe comprar un ticket o abono de día para las zonas A,B,C, ya que el campo de concentración y Postdam (ciudad pegada a Berlín que destaca por sus imponentes palacios, por falta de tiempo dejamos su visita para un próximo viaje) son de los pocos sitios turísticos ubicados en la zona C.

Una vez en Oranienburg tenemos dos opciones para llegar al Campo, tomar el bus que en unos 5 minutos te deja en la puerta o ir andando que son unos 15-20 minutos, recordad que el bus os entra con el ticket o bono diario que habéis comprado. A la ida tomamos el bus con el grupo, ya en la parada el guía nos hizo una introducción sobre la historia de Berlín y la utilización del campo de trabajo, pues este no fue un campo de exterminio.
Una vez allí comenzamos nuestra visita por la puerta principal, enfrente de la cual hay varios edificios donde los guardias y comandantes montaban sus fiestas, fiestas que podían ser oídas por los “presos” creándoles un mayor desasosiego.

Tras el famoso cartel de “el trabajo os hará libres” comienza la tragedia, muros altos, alambrada, constantemente vigilados y con un perímetro que no se puede pisar so peligro de ser disparado. Las barracas donde los prisioneros vivían hacinados, las malas condiciones de higiene, los duros trabajos, la mala alimentación… El Campo tiene un parte reservada para presos de relativa importancia política, a los que tenían en otro tipo de celdas, eso sí, sometidos igualmente a duros castigos. Además es posible visitar las cocinas, donde se preparaban las gachas aguadas con las que se malnutría a sus forzados habitantes.

Y, aunque hemos dicho que no era un campo de exterminio, no significa que no matarán a nadie, hacia el final de la guerra, viendo la dificultad de transportar la gente a los campos adecuados, crearon sus propios crematorios. Sin embargo estos fueron objeto de un bombardeo y solo quedan los restos, a diferencia de los de Dachau donde sí pudimos verlos íntegramente.

La visita acaba en la sala de autopsias, mantenida tal cual estaba en su época. Pero el campo aún tenía más por ver, así que, con las recomendaciones de nuestro guía, nos quedamos a ver lo que quedaba por nuestra cuenta. Concretamente la zona de enfermería, unas 6 barracas, la verdad es que me sorprendió en un primer momento que hubiera tanto espacio, pero si luego pensamos que también se experimentaba y se probaban medicamentos nuevos pues cobra más sentido.
Finalmente, quedaba la zona que trata el uso del campo por el gobierno soviético, ya que una vez perdida la guerra y repartida Alemania entre los diferentes países, el Campo de concentración quedó en manos de Alemania oriental la cual la utilizó para encerrar a sus propios presos políticos, en condiciones igualmente inhumanas.
La verdad es que hay tantísima información y es tan impactante que es difícil asimilarlo todo.
Arte y cultura urbana
Tras la visita al campo tomamos rumbo a East Side Gallery, vamos, a los famosos grafitis pintados sobre un porción del muro de 1.316 metros. Sinceramente, tienen el valor que tienen por lo que significan, por ser un campo a la libertad y a la supresión de muros, pero los dibujos en si, en general no fueron demasiado de mi gusto, a diferencia de los del barrio judío, de los que os hablaremos en el siguiente post.
En la agenda de actividades de Berlín había visto que hacían clases de lindy hop y baile libre en el Monbijou Park, como he hecho mis pinitos con dicho baile me apetecía ir un ratito. El sitio está chulísimo, con terracitas al lado del río, conciertos, teatro,…¡Me encantó!

Estuvimos un ratito disfrutando del baile, nos fuimos a cenar una pizza por la zona y volvimos al hotel andando para bajar la comida y disfrutar de la ciudad iluminada, un espectáculo que realmente recomiendo.
