
[18/04/019]
Que ver en Düsserdolf
A simple vista no me pareció que Düsserdolf tuviera mucho que ofrecer, pero… era una ciudad que no conocía, así que… me decidí a darle una oportunidad.
Llegamos al aeropuerto de Düsserdolf y tomamos el Bus 721 que en unos 15 minutos nos dejó en el centro de la ciudad. Hicimos el check-in en nuestro hotel, Hotel Berolina Haus, el cual está muy bien ubicado, a unos 10 o 15 minutos andando del centro, pero el cual deja algo que desear.

Ya era mediodía así que lo primero que hicimos fue ir a comer, como soy una amante de las patatas fritas elegí Frittenwerk como el local para nuestra primera comida. Este sitio está especializado en patatas fritas, y todos sus platos tienen este producto como base principal ¡Nos encantó!

Desde ahí nos dirigimos a conocer un poco la ciudad, que ciertamente, como imaginaba, no tiene mucho que ofrecer. Un pequeño casco antiguo con la Iglesia de St. Lambertus, la Marktplatz y un par de callejuelas con encanto. Un bonito paseo por al lado del rio Rin con diversos locales comerciales, donde uno puede disfrutar de tomar un helado con la brisa del río. La típica calle comercial de cualquier ciudad y su calle también comercial, pero mucho más glamurosa (Königsallee), de marcas inaccesibles, donde destaca por su arquitectura el edificio Kö-Bogen Königsallee.

Nos alejamos un poco del centro tomando el metro U79 desde la estación central hasta la parada Meiderich Bf, donde visitamos Kaiserswerth con las ruinas de Kaiserpfalz (un palacio real de hace unos mil años). Se ofrecen visitas guiadas para conocer las ruinas del palacio pero, debido a las fiestas de Pascua, cuando fuimos se encontraba cerrado y solo pudimos verlo por fuera.

Aunque no sea una gran visita, siempre me gusta descubrir estos vestigios de la historia y descubrir más sobre el pasado de las ciudades que visito. Además Kaiserswerth, la zona residencial donde se encuentra, es un sitio muy agradable para pasear un par de horitas, tanto bordeando el río como por sus callejuelas y fachadas empedradas, donde parece haberse detenido el tiempo.

Nos hizo un magnifico día soleado, así que pudimos disfrutar de un agradable paseo. Una vez de vuelta en el centro de la ciudad nos dirigimos a Flinger Straße y sus calles colindantes, llenas de cervecerías típicas alemanas repletas hasta los topes de gente local.

Así que despedimos el día adaptándonos al lugar con una birra fresquita y cenamos con unas salchichas en otra cervecería de la zona.
El día siguiente nos tenía preparada una sorpresa en la vecina ciudad de Oberhausen.