Tras ver ballenas en Húsavík y la decepción de la Península de Vatnsnes, tocaba iniciar el camino de vuelta en nuestro recorrido circular a Islandia, parándonos en la Península de Snaefellsnes.

[20/10/2020]
Decepción en el Viaje al Centro de la Tierra
Tras la decepción de la primera península nos dirigimos a la siguiente, la Península de Snaefellsnes. En esta esperábamos ver, entre otras, el monte sagrado Helgafell, donde se te cumplen tres deseos si subes sin mirar atrás, y el Glaciar Sanefellsjökull, que es un volcán activo y a la vez un glaciar, uno de los siete centros de energía, además de ser el escenario de “Viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne.
Sin embargo, tras adentrarnos algunos kilómetros, lloviendo a cántaros, decidimos que con nuestro vehículo y las malas condiciones de la carretera no íbamos a llegar muy lejos, así que dimos la vuelta. La carretera de la Península de Snaefellsnes diría que estaba peor que en la Península de Vatnsnes, la lluvia que caía iba levantando la gravilla puesta en la carretera, formando enormes baches, y nuestra furgoneta se balanceaba como si se fuera a desmontar.
Hrunalaug Fuente Termal
En vista de la situación tuvimos que improvisar, tenía vistas unas aguas termales que me apetecía visitar si teníamos tiempo, así que ese era el día ideal para ello.
Las aguas termales en cuestión son la Hrunalaug Fuente Termal, para llegar hay que tomar un pequeño camino de carro, pero cortito y en mucho mejor estado que los anteriores.

Desde el sitio donde se deja el coche, un pequeño aparcamiento donde cabrán unos 5 o 6 coches, aunque cuando nosotros llegamos solo había uno aparte del nuestro, hay unos 5 minutos andando hasta la fuente termal.
En ella hay una pequeña caseta donde te puedes cambiar sin estar totalmente al exterior y una cajita donde pagar la voluntad, básicamente para el mantenimiento en condiciones del lugar.

Las aguas termales son dos pequeñas piscinitas. Una en la parte exterior de la caseta, en la que entramos en primer lugar porque la otra estaba ocupada, pero donde el agua no está tan calentita. Y otra a la que tienes que entrar atravesando la caseta, está es realmente muy pequeñita, sólo caben dos personas, pero el agua está super caliente y se está super bien.

Nosotros afortunadamente fuimos un día que había poca gente, al llegar había dos señores, que se fueron estando nosotros allí, y mientras estábamos llegaron dos chicas, así que podíamos estar cómodos y separados entre las dos zonas. No se si el lugar es muy visitado en otras épocas, si es así podría ser agobiante, ya que el sitio es pequeño.
En nuestro caso lo disfrutamos muchísimo, fue un relax total, ya había dejado de llover pero el aire era fresco, y pudimos estar en hasta el cuello metidos en agua calentita, estos momentos son los que guardo con más cariño de Islandia.
Brúarárfoss
Vimos que la cascada Brúarárfoss estaba cerca, así que decidimos hacerle una visita antes de dirigirnos al lugar donde pasaríamos la noche. No teníamos previsto ir, ni la teníamos mirada anteriormente, así que fuimos improvisando sobre la marcha.
Hay un aparcamiento oficial, desde el cual hay una horita andando más o menos hasta llegar a la cascada. Comenzamos el recorrido pero hacía mucho viento y el suelo estaba todo embarrado, por lo que nos estábamos poniendo de barro hasta las rodillas, además no teníamos previsto estar dos horas de camino (ida y vuelta), ni sabíamos si valía la pena. Así que decidimos parar y mirar otras opciones.
Unos kilómetros antes, en la misma carretera, habíamos visto coches aparcados en el arcén, nos dirigimos a explorar y vimos que desde allí se podía llegar a las cascadas en 20 minutos y por un camino mucho más cómodo, a través de una urbanización y sin barro hasta el alma. Dejamos el coche en el arcén, bien aparcado y sin molestar y hacia allí nos dirigimos.

El camino es recto, atraviesas una urbanización (a la cual no se puede entrar con el coche porque tiene barrera) y al final de la misma te adentras en el bosque, llegando en pocos minutos a la cascada.
Estoy segura que el camino desde el aparcamiento oficial es bonito, ya que bordea un rio, y si hace buen tiempo y no está embarrado puede ser un paseo agradable. Pero… ¿es un imprescindible? No, no lo es, la cascada está bien, pero no vale la pena desplazarse hasta ella ni perder el tiempo si tenéis otras cosas mejores que hacer. A nosotros nos vino de perlas por los imprevistos que nos encontramos con las carreteras, pero no es un must.
Fuimos hasta Mosfellsbær, donde dormimos en una zona tranquila donde no molestábamos. Nos tocaba replanificar los dos días que nos quedaban.