Después de la visita al Parque Natural de Nara, llegó nuestro último día en Kyoto, en el que visitaríamos el Palacio Imperial de Kyoto antes de volver a Tokyo.

[18/10/2013]
Un viaje al Japón tradicional en el Palacio Imperial de Kyoto (Kyoto-gosho)
Salimos de la habitación pronto, dejando las maletas en la recepción del hostel, ya que teníamos reservada a las 10:00 una visita guiada al Palacio Imperial de Kyoto, único modo posible de visitarlo. Como éste no se encuentra a mucha distancia del Castillo de Nijo -el cual no visitamos por falta de tiempo- decidimos ir con bus hasta allí, verlo un poco por fuera y dirigirnos al Palacio. Sin embargo, desde fuera prácticamente no se puede ver nada debido a la muralla que lo rodea, igual que el palacio.
Así que consultamos a una trabajadora del castillo como llegar al Palacio Imperial, pero resulta que como su perímetro es muy grande y si queríamos llegar bien de hora, nos recomendó coger el metro hasta la parada Imadegawa en la linea Karasuma. Vale, hasta aquí todo bien, pero cuando leáis por la red que es difícil encontrar la entrada al Palacio no os lo toméis a risa: es muuuy complicado. Estuvimos a punto de perdernos la visita, pedimos a diversas personas, vimos diferentes entradas, hasta que llegamos justo cuando acababa el vídeo introductorio y comenzaban a entrar.
Dado el valor histórico-artístico del espacio que se visita, las normas son un poco rigurosas. En primer lugar, es imprescindible llevar el pasaporte para poder tener acceso al recinto. Además, la visita se realiza siguiendo el ritmo marcado por el guía y no puedes quedar rezagado ni vagar a tus anchas ya que cierra el grupo un miembro de la seguridad del palacio. Y sed puntuales; sospecho que si hubiésemos llegado 5 minutos más tarde, cuando ya se ha iniciado el recorrido, ya no nos hubiesen dejado entrar.
Normalmente se realizan dos visitas guiadas por día, a las 10:00 y a las 14:00. La reserva puede hacerse en las propias oficinas del Palacio Imperial pero, aunque leáis que hay gente que ha reservado para el mismo día sin problemas, es mucho más conveniente reservar por Internet ya que así seguro que tendremos sitio.
Los grupos pueden llegar a ser numerosos, pero no os confiéis y reservad por Internet ya que si esperáis al último momento os podéis encontrar con que el cupo de ambas visitas esté completo; en el mejor de los casos quizá os puedan admitir en la visita guiada en japonés, pero os perderéis la interesante explicación de la historia y las curiosidades
del lugar.
Afortunadamente cuentan con una versión inglesa de la web con lo que el proceso de reserva no resulta nada complicado. En todo caso, hemos preparado una mini-guía sobre como reservar la visita guiada al Palacio Imperial de Kyoto, que esperamos que os sea útil.
La visita, que dura aproximadamente una hora, la dirige una guía que habla en un inglés perfecto. El recorrido, muy acotado, se realiza completamente por el exterior de la mayoría de los edificios que conforman el Palacio (se excluyen los edificios de la Emperatriz y sus hijos); en ningún momento se puede entrar en ninguno de ellos, aunque sí que se pueden contemplar desde fuera algunas estancias.

Por ejemplo, del Shodaibunoma se pueden ver las notables Habitación del Tigre (sala de espera de los nobles), Habitación de la Grulla (donde esperaban los sacerdotes y miembros del gobierno) y Habitación del Cerezo (sala de espera del resto de visitantes), conocidas así por las pinturas que se pueden ver en sus paredes. Por cierto, los edificios más importantes del Palacio están conectados con pasillos para que el Emperador no tuviera que pisar el suelo.


Desde el exterior, a través de la puerta Jomei-mon, se puede ver a lo lejos el Shishin-den, el edificio más significativo del complejo, donde se celebraban las ceremonias de estado más importantes. El naranjo y el cerezo situados a ambos lados de la entrada tienen una gran importancia simbólica.

No esperéis los lujos y las ostentaciones de los palacios europeos; el Kyoto-gosho refleja la forma de ser del Japón tradicional, minimalista y austero. Eso no significa que el palacio no sea majestuoso y elegante, sino que éste es un reflejo de la característica búsqueda de la paz y la armonía de los japoneses. Un claro ejemplo de este espíritu es el Seiryo-den, la residencia del Emperador antes de la construcción del Shishin-den, el cual se puede ver paseando por su gran patio de gravilla.


Toda la explicación que nos dio la guía fue muy didáctica y profusa en detalles; nos dio todo tipo de información: las veces que se ha quemado y reconstruido el palacio, la función de sus edificios, cómo se construyen los tejados, los “poderes” del color bermellón, como se protegía el Emperador de las inclemencias meteorológicas, el porqué de la curiosa forma del muro en el ángulo noreste, el significado del símbolo del crisantemo (presente en multitud de detalles del recinto), etc. En resumen, que si la historia de Japón os interesa, no os podéis perder esta visita.

Mención aparte merecen los preciosos jardines del palacio, preciosos. Ya he comentado varias veces que los jardines japoneses nos encantan, pero estos, pese a no ser de una gran extensión, son, sin duda, unos de nuestros preferidos.


Un consejo para los que realicen la visita en verano: llevad agua y una gorra o similar, el sol puede pegar muy fuerte. Nosotros no tuvimos ese problema ya que fuimos en octubre, pero hemos leído más de un comentario de gente que ha visitado el palacio en agosto quejándose de lo duro que se les hizo aguantar el sol y el calor. Dado que en el recinto abundan los cerezos, nuestra recomendación es que visitéis el Kyoto-gosho en la época de floración del cerezo; estamos seguros que debe resultar una experiencia muy especial.
Por desgracia para mí, mi inglés aún deja un poco que desear, con lo que Pere tuvo que hacerme de traductor y, quieras que no, se perdían detalles en la traducción (traduttore, traditore). Bajo mi punto de vista es un lugar interesante si se tiene tiempo para visitar, pero no es imprescindible en una visita Kyoto.
Al acabar la visita pretendíamos coger un bus de vuelta, así que salimos a la calle y comenzamos a andar, esperando encontrar una parada que pudiéramos entender, o un bus de los que nos sonaran, pasaba el tiempo y ya no sabíamos ni siquiera si íbamos en la dirección correcta, así que tocó la solución de los viajeros: pedir ayuda :p Un chico muy simpático con muy buen nivel de inglés (al momento se dio cuenta de que mi inglés era de pena y me preguntó de dónde era yo :p) no sólo nos dio explicaciones sino que nos llevó hasta el metro más cercano y nos compró los billetes dando hasta el más mínimo detalle de lo que debíamos hacer; vamos, no nos podemos quejar de la hospitalidad japonesa ^_^
Tras el pequeño incidente de localización, recogimos nuestras maletas y de nuevo tomamos un shinkasen de vuelta a Tokyo.

Perdidos en Tokyo
Llegamos a Tokyo a primera hora de la tarde y nos dirigimos en busca de nuestro nuevo hotel, el Listel Shinjuku. Este hotel, al parecer, tuvo mejor vida en los años 70, pero aún así sigue en muy buenas condiciones. Nos costó unos 48 €/noche la habitación doble con baño. La cama no es muy cómoda, pero está limpio, el personal es atento y se encuentra a unos 15 minutos de la estación de Shinjuku.

Pero antes de llegar nos volvimos a perder, y es que éste fue el día de las pérdidas, encontrar el hotel nos costó muchísimo, Shinjuku es una estación grande con muchas salidas, en la web del hotel pone cual tienes que coger pero una vez allí no queda nada claro, como no nos ubicábamos le pedimos a una mujer que pasaba por allí, esta no sabía nada de inglés así que aún sin saber donde estaba el hotel nos acompañó e iba parando a gente por la calle pidiéndoles si iba bien encaminada, al final nos dejó en un mini cuartel de policía donde en inglés nos pudieron dar las indicaciones correctas. Y o somos muy torpes o la estación de Shinjuku es de las más complicadas porque, aunque no volvimos a necesitar ayuda para llegar, hasta el último día no conseguimos acertar con la salida correcta a donde nosotros queríamos.

Hachiko y el cruce de Shibuya
Dejamos las maletas, volvimos al metro y fuimos a visitar al famoso Hachiko, situado en una de las salidas de la estación de Shibuya. Había tantísima gente que casi no se veía la famosa estatua, aunque eso ayudó a que viéramos el famoso cruce de Shibuya en todo su esplendor. Dimos una pequeña vuelta rápida por las abarrotadas calles llenas de carteles luminosos, cenamos por la zona y volvimos a reponer fuerzas para recorrer, el día siguiente, el largo puente hacia Odaiba.
