Japon IV – Metiendo la pata en el Yumotokan, un ryokan de lujo con onsen

Tal y como comenté en la anterior entrada, al llegar a la estación de Ogoto-onsen debíamos llamar al personal del hotel Yumotokan, pero vistas las dificultades del idioma y el no saber cuanto nos podría costar la broma, decidimos consultar con un guardia de la estación, el cual de forma increíblemente amable nos lo gestionó todo. Así el coche nos pasó a recoger, nos dejó en la propia puerta del hotel alrededor de las 19:00 y comenzó nuestra noche de lujo.

Donde nuestras hazañas tuvieron lugar :-D
Donde nuestras hazañas tuvieron lugar 😀

[14/11/2013]

Cena tradicional japonesa y… ¡baño bajo las estrellas!

Al entrar nos sentaron en unos sofás de recepción, nos explicaron -así como buenamente nos pudimos entender- como funcionaba todo y nos acompañaron hasta nuestra habitación, donde empezamos a meter la pata jeje. Para entrar en la habitación debíamos quitarnos los zapatos, así que nos pusimos las zapatillas que había en la puerta, pero gran error, esas zapatillas son para moverse por dentro del hotel, no por la habitación, donde hay que ir descalzo. Además, el baño, concretamente el habitáculo del WC, tiene sus propias zapatillas que no deben salir de ahí, y aquí tuvo lugar la gran metida de pata de la noche :p, pero antes de explicarlo contextualizaré la situación.

Interior de nuestra habitación del Yumotokan, un ryokan de lujo con onsen
Interior de nuestra habitación del Yumotokan, un ryokan de lujo con onsen

Nuestra reserva consistía en una habitación con bañera exterior de aguas termales con cena y desayuno, ambos dentro de la habitación, pues se trataba de las comidas tradicionales con su correspondiente ceremonia, de la que, aunque habíamos leído algo, no somos unos grandes expertos, y… bueno, ya se sabe, el miedo escénico también influye :p. La cuestión es que la chica que nos atendería llegó y nosotros estábamos sentados (por llamarlo algo, ya que realmente estas en el suelo apoyado en un respaldo) a la mesa, pero por lo visto no debíamos estar allí porque nos hizo levantar hasta que lo tuvo todo preparado.

Cena tradicional japonesa que degustamos en el Yumotokan
Cena tradicional japonesa que degustamos en el Yumotokan

Una vez ya sentados para comer nos tuvo que explicar como funcionaba todo y, aun así, esperábamos a que se fuera para evitar que nos viera meter la carne en el fuego que no era o usar una salsa que no tocaba jeje. En todo este contexto formal, en el que ella venía y nos iba trayendo platos nuevos y recogiendo los antiguos, con todo su protocolo y su formalidad, hice una visita al baño, con tal mala memoria que olvidé dejar las correspondientes zapatillas allí dentro, cuando oí que la camarera se acercaba y vi las zapatillas del baño en la habitación pensé que sería lo peor que podría haber hecho, así que las lancé hacia atrás con la intención de esconderlas debajo de un mueble, pero ¡pluf! cayeron al suelo justo cuando entraba, ¡qué vergüenza! La chica muy correcta no dijo nada, pero estoy segura que fue la mayor cagada que se ha hecho allí jajaja, nos dio para reír todo el viaje :p.

Cena tradicional japonesa, vestidos para la ocasión ^_^
Cena tradicional japonesa, vestidos para la ocasión ^_^

Al acabar la suculenta cena fuimos de recorrido turístico por el hotel, zona de recreativos, bares y, como no podía ser de otra manera, zonas termales. Los baños públicos están divididos por sexos, ya que vas totalmente desnudo. El Yumotokan posee 4 zonas termales que van rotando de un sexo a otro según el día y la hora, yo por supuesto visité los dos que me correspondían; una se trataba de un típico spa como el que podemos tener aquí, así que simplemente di un vistazo rápido y me fui, pero la otra fue verdaderamente impresionante, en la azotea del hotel, dentro de las cálidas aguas, con el cielo estrellado sobre mi cabeza, y todas las luces de la ciudad a mis pies, fue una experiencia digna de repetir y del precio pagado (que no fue poco).

La bañera privada con agua termal
La bañera privada con agua termal

Los baños japoneses tienen también su propio ritual y, aunque nos lo habíamos aprendido, dieron lugar a alguna anécdota divertida. Al llegar a la zona de baño lo primero que hay que hacer es en la misma puerta descalzarte, dejar tus zapatos en una estantería y coger unas zapatillas, luego ya una vez dentro dejar toda la ropa en unas cestitas, o taquilla según el sitio, y coger una toalla. Superada la prueba ya entras en la zona de baño propiamente dicha donde frente a cada ducha hay un pequeño taburete y un barreñito de madera; la idea es sentarse, e ir lavándose tirándose agua con el barreño. Una vez limpio es cuando puedes entrar a la zona termal.

Esto está muy bien y parece muy racional e higiénico, pero, en un primer momento, cuando llegué a la zona de spa, tuve que volver para atrás porque ya entraba con mis zapatillas. Luego, donde me tenía que quitar la ropa, me colé y seguía para adelante; una amables abuelitas que había en corrillo me aleccionaron, explicándome, por supuesto en japonés, como debía hacerlo, me trajeron la toallita con la que debía entrar en la zona de agua y me iban haciendo señas, fueron super amables, pero yo me sentí muy ridícula, seguro que di para unas risas con sus familias :p.

Tras la estupenda relajación aún quedaba probar nuestra propia bañera termal, la cual también se encontraba al aire libre, en la terraza, está un poco tapada por tablas para evitar poder ser visto por el resto de inquilinos, pero aún así sentir la calidez del agua junto a la brisa del exterior es totalmente placentero y relajante, fue un autentico kit kat dentro de las prisas que conlleva cualquier viaje.

Pasada la noche, nos trajeron el desayuno a la hora acordada, al igual que la cena, se trataba de un menú japonés tradicional. En este caso siento no poder valorarlo correctamente, pero acabada de levantar no soy capaz de comer sopa, arroz, huevo y un montón de cosas más que nos fueron sirviendo.

Después del abundante desayuno, llegó el momento de abandonar el lujo y volver a la realidad. Nos despidieron los empleados en la puerta del hotel como si fuéramos alguna persona importante y nos volvieron a acompañar hasta la estación, desde donde volveríamos a Kyoto para continuar nuestro recorrido por algunos de sus más impresionantes templos.