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Los alrededores de Nikko, nevados, ofrecían una muy bonita estampa invernal. |
¿Cómo llegar a Nikko desde Tokyo?
Pues en JR y así vamos amortizando la tarjeta ;). Desde la estación JR Tokio (o JR Ueno, la que os sea más cómoda) tomamos el JR Tohoku Shinkansen (Yamabiko o Nasuno) hasta la estación de Utsunomiya, donde debemos hacer un transbordo a la línea JR Nikko. El trayecto dura aproximadamente 100 minutos. Como siempre, conviene mirar la app de HyperDia para consultar los horarios que nos sean más cómodos.
Nosotros, para aprovechar bien el día, cogimos la Yamanote Line desde la estación de Shibuya a la de Tokyo a las 5:42 y llegamos a Nikko sobre las 8:30. Una vez en la estación nos subimos a un autobús muy bien indicado, que te llevaba hasta la zona de los templos, por lo que he leído se puede hacer andando en unos 20 minutos, pero es una cuesta bastante empinada y recomendamos ir en autobús.
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La ciudad de Nikko |
El impresionante conjunto de templos y santuarios de Nikko
Los templos se encuentran como en una forma circular, es decir, desde donde te deja el bus subes una pequeña cuesta hasta el templo Rinno-ji y desde aquí vas siguiendo las indicaciones hacia el resto, que se encuentran subiendo la colina y volviéndola a bajar un poco. Justo al lado del último templo se encuentra nuevamente la parada del bus, para realizar el recorrido de vuelta hacia la estación.
Un punto extra a nuestra visita fue que cuando llegamos, bien prontito como ya he comentado, estaba todo nevado, los tejados, los jardines, una preciosa estampa blanca que le daba aún si cabe un mayor aire de paz y espiritualidad. Durante el día, con el sol, el paso de la gente y las ruedas de los coches, fue yendo a menos, pero ese primer momento siempre quedará grabado en nuestra memoria.
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El templo Rinno-ji nevado |
Empezamos por el templo Rinno-ji, que se encontraba prácticamente todo en obras, en especial su edificio principal (el Sanbutsudō, el salón de los tres Budas), y se prevé que estas acaben en marzo de 2021, así que hay para rato. Su horario es de 8:00 a 16:00, cuesta 400 yenes, y 300 más si queréis visitar sus jardines (Shoyo-en) y la casa del Tesoro. Nosotros visitamos tanto el Sanbutsudō como los jardines. El Sanbutsudō se encuentra cubierto por un gran andamiaje (bueno, en realidad prácticamente han construido un edificio que cubre completamente el gran salón del templo Rinno-jo). Al entrar, se hace un recorrido circular alrededor del salón donde se pueden ver sus elementos más característicos, sobretodo las tres estatuas de Buda: Amida Nyorai, Senju-Kannon (Kannon con mil brazos) y Bato-Kannon (Kannon con una cabeza de caballo). Las estatuas son impresionantes y enormes, de 8 metros de alto, talladas en madera y cubiertas por pan de oro. Por cierto, en esta parte del Sanbutsudō no se pueden hacer fotos. Al finalizar este recorrido, se suben unas escaleras para llegar a un pasillo elevado donde se pueden ver las obras de restauración -o, más bien, de reconstrucción completa- del Sanbutsudō.
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Las impresionantes obras de restauración del Sanbutsudō |
Los jardines Shoyo-en no es que sean de los más guapos que hemos visitado en Japón, pero consideramos que valen la pena, pues somos unos enamorados de los jardines japoneses, esa perfección, esa tranquilidad, con el agua siempre fluyendo y todo colocado en armonía y perfección. Mi recomendación, totalmente personal, sería no entrar en el templo mientras duren las obras y sólo visitar los jardines.
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Jardín Shoyoen |
El santuario Toshogu y los tres monos sabios
Nuestra siguiente visita fue al santuario Toshogu, me atrevería a decir que el más bonito de Nikko. En este templo se encuentran Los tres monos sabios, que se tapan con las manos respectivamente los ojos, oídos y boca, creando un juego de palabras entre la partícula de negación zaru y el sustantivo japonés saru (mono) que en según qué combinaciones se convierte en zaru. Así, los nombres de los monos, Mizaru, Kikazaru e Iwazaru, significan respectivamente “no ve”, “no oye”, “no habla”.
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Los tres monos sabios. |
Aunque el panel de los tres monos sabios es el más conocido, hay que mencionar que es parte de un conjunto de tallas que decoran dos paredes de un establo que se encuentra en la entrada del santuario. En dichas tallas se representa el circulo de la vida: la primera imagen corresponde a una pequeña mona junto a su madre, quien mira esperanzada hacia adelante (el futuro), a continuación la pequeña mona recibe la enseñanza de No ver el Mal, no escuchar el Mal y no decir el Mal. A continuación la protagonista de la historia ya se encuentra preparada para afrontar su vida de manera independiente, en la que perseguirá sus ambiciones (las nubes azules), sabiendo que a veces podrá hacer frente a los obstáculos de la vida pero que en otras ocasiones necesitará del apoyo de sus amigos. Posteriormente aparece el amor en su vida, con las tribulaciones que esto comporta. El conjunto de tallas termina con un panel en el que la mona, embarazada, dará inicio a un nuevo ciclo.
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Establo en la entrada del santuario Tosho-gu, donde se encuentra la talla de los tres monos sabios. |
Los otros dos monumentos importantes del templo son el Gato durmiente, labrado en madera, ubicado en la puerta de entrada a una larga serie de escaleras que ascienden hasta la tumba de Tokugawa Ieyasu.
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La tumba de Tokugawa Ieyasu |
Al lado de la tumba de Tokugawa Ieyasu se encuentra un cedro sagrado que protege la zona y al que si le rezas cumple tus deseos.
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Como se puede apreciar en la fotografía anterior, del gran cedro ya solo queda parte del tronco |
Hay tareas de restauración previstas hasta el 2019, por lo que ciertos edificios no son accesibles, pero el santuario con sus edificios y esculturas sigue abierto al público.
El Mausoleo Tokugawa Iemitsu
El tercer templo que visitamos fue el Mausoleo Tokugawa Iemitsu, su horario es de 8:00 a 16:00 y cuesta 550 yenes. Al acender se van atravesando diversas puertas custodiadas cada una de ellas por dos dioses guerreros. Las cenizas de Iemitsu se encuentran tras la última puerta, la sexta.
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El Mausoleo de Tokugawa Iemitsu |
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Uno de los guardianes del Mausoleo de Tokugawa Iemitsu |
Y finalmente acabamos con una visita a Futarasan-jinja, cuyo horario es de 8:00 a 16:00 y la entrada cuesta 200 yenes. No os dejéis engañar por el típico “si cuesta tan poco es que no debe valer la pena”, porque eso pensaba yo y la verdad me sorprendió muy gratamente. Nos encontramos con diversos rituales que no habíamos visto antes, como abrazar un determinado árbol, pero lo que más nos llamó la atención fueron unas piedrecitas lisas amontadas en un rincón, supusimos que serían deseos a cumplir.
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Pequeñas piedras amontonadas sobre un conjunto de rocas…¿deseos?¿plegarias? |
Una vez acabada la visita cogimos el bus, cuya parada se encontraba en la misma puerta y nos volvía a dejar en la estación, desde ahí iniciamos el camino de vuelta a la ciudad.
Consumismo en Tokyo ^_^
Ya en Tokio, nos duchamos, descansamos un poquito y volvimos a salir ¡Sí, de compras! Ya he contado que me vuelvo una loca consumista en Japón ☹ Esta vez por Shinjuku, concretamente en el Subnade, un centro comercial subterráneo que se encuentra justo a la salida del metro. La verdad es que también es impresionante, hay de todo, y a mejor precio que en Shibuya. Y si alguien está buscando un vestido de Boda, fiesta o similar, éste es su sitio, hay un montón de tiendas con este tipo de vestidos y seguro que encontráis algo adecuado a vuestro gusto y vuestro bolsillo 😉
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De vuelta al consumismo ^_^ |
Una vez calmada un poco mi sed de kawaii :p sí nos tocaba cenar, así que salimos del subterráneo en busca de la aventura. Era tarde, estábamos cansados y teníamos hambre, así que nos dejamos embaucar por un relaciones públicas que nos hizo la típica oferta de “ven, ven, que te haré un gran descuento”. Subimos a un edificio, nos meten en un cuartito, pues las mesas estaban aisladas en cuartos, podías cerrar la puerta y todo para que nadie te molestara. La verdad es que el sitio fue una chulada y la comida muy buena, pero… bastante caro para nuestro presupuesto habitual, no quedamos lo que se dice muy llenos y sin embargo la cuenta sí se infló bastante, pero fue una experiencia agradable en un entorno también muy distinto a lo que estábamos acostumbrados.
Una vez cenados y agotados nos fuimos al apartamento para dormir como marmotas hasta el día siguiente, en el que nos tocaba conducir por Japón para visitar las cataratas Shiraito y Otodome y las cuevas del Hielo y del Viento.