Volvemos a Japón XVII – De los jardines Koishikawa Korakuen a los neones de Akihabara

Después de un día dedicada a los alrededores de Tokyo, visitando Odaiba y Yokohama, no queríamos irnos de Japón sin conocer un poco más a fondo la propia ciudad, desde jardines idílicos a las zonas más comerciales.

Los jardines Koishikawa Korakuen, unos de los más bonitos de Tokyo
Los jardines Koishikawa Korakuen, unos de los más bonitos de Tokyo

[17/03/2015]

Relajación espiritual en los jardines Koishikawa Korakuen

Este penúltimo día de viaje, último día completo, lo quisimos dedicar a visitar los jardines Koishikawa Korakuen y, cómo no, a acabar de frikear un poco por Harajuku y Akihabara, porque quién sabe cuando volveremos.Los jardines Koishikawa Korakuen son unos de los más antiguos de Tokyo, construidos en 1629, en la época Edo, por la familia Mito Tokugawa como segunda residencia. Es un lugar muy concurrido durante el florecimiento del cerezo, los japoneses montan allí sus picnics para poder disfrutar del espectáculo. Pero como nosotros fuimos un poco pronto, nos tuvimos que conformar con los ciruelos en flor, que también son guapos ^_^ Su horario es de 9:00 a 17:00 y la entrada cuesta 300 yenes.

Ciruelo florido en los Jardines Koishikawa Korakuen de Tokio
El ciruelo en flor ^_^

La estación más cercana para llegar a los jardines es Iidabashi, a la que se puede llegar con la línea JR Sobu o con la línea de metro Toei Oedo. El parque se encuentra a unos 5 minutos de esta parada y hay carteles indicativos para llegar, así que es fácil de encontrar. Entramos de buena mañana, con los primeros rayos de sol y los visitantes más madrugadores, fue una gran idea ya que más adentrada la mañana se llenó de niños de escuela que venían de excursión y, aunque los niños japoneses son muy educados, siguen siendo niños y había un gran número.

Jardines Koishikawa Korakuen de Tokio
El agua no puede faltar en un jardín japoné
Jardines Koishikawa Korakuen de Tokio
Puente de piedras para cruzar el lago

El parque no es muy grande pero está aprovechado cada rincón, está lleno de pequeños detalles que lo hacen especial. Tiene un lago con patos, una islita, bancos donde descansar, pequeños puentes con encanto e incluso un pequeño santuario.

El puente bermellón nos cautivó
El puente bermellón nos cautivó
Este mirador se sitúa en uno de los puntos más elevados del jardín
Este mirador se sitúa en uno de los puntos más elevados del jardín

Personalmente lo que más nos gustó fue el Puente de la Luna, un puente perfecto de media circunferencia, que al reflejarse en el agua forma una luna redonda y perfecta, donde por las noches debe ser aún más precioso, una pena no poder verlo.

 El precioso Puente de la Luna en los jardines Koishikawa Korakuen de Tokio
El precioso Puente de la Luna en los jardines Koishikawa Korakuen de Tokio

La visión del parque contrasta con los edificios modernos de pisos que vemos justo detrás, en su exterior, pero no sólo con ellos sino también con una montaña rusa que nos llamó mucho la atención. Nos preguntábamos donde estaría ubicada, si había un parque de atracciones cerca o si la vista nos engañaba y no era una montaña rusa. No podíamos quedarnos con la incógnita, así que al salir dirigimos nuestros pasos hacía el lugar donde habíamos visto las misteriosas vías.

Y resulta que sí, era una montaña rusa, integrada dentro de la gran zona de ocio Tokyo Dome City, en el estadio de los Tokyo Yomiuri Giants (béisbol). La verdad es que sí, lo flipamos un poco y pensamos que sólo podía ser Japón jajaja. No llegamos a subir porque el precio era un poco elevado y porque, como siempre, nos habíamos entretenido mucho paseando por los jardines (ya estaba bien entrado el mediodía) y no íbamos sobrados de tiempo. Y es que los jardines japoneses nos gustan tanto que perdemos la noción del tiempo, nos embelesamos con cada detalle y luego, claro, toca acelerar un poco.

Los edificios modernos contrastan con el jardín
Los edificios modernos contrastan con el jardín
Centro comercial Laqua, en el Tokio Dome, con su montaña rusa integrada
Centro comercial Laqua, en el Tokio Dome, con su montaña rusa integrada

Compras frikis en Harajuku y Akihabara

Tomamos tren de vuelta hacia Harajuku, donde comimos en un italiano de Omotesando, el Italian Tomato, que aunque no estuvo mal del todo, tampoco sería una de mis recomendaciones, nos gustó más el Casual italian situado en Shibuya -ya sé que es un poco sacrilegio pero a veces también apetece variar un poco de comida ;)-. Y ya que estamos os explico cómo funciona el Italian Tomato para que no hagáis de guiris como nosotros; tienes que hacer el pedido en la barra de abajo pero no hay que esperar a que te lo sirvan sino que subes al piso de arriba, te sientas tranquilamente y la camarera te lo sube. En cuanto a la bebida, allí mismo hay jarras de agua de las que te puedes servir de forma gratuita.

Después de comer dimos una vuelta de shopping por la famosa calle Takeshita; si en el resto de Tokyo las tiendas son llamativas, aquí ya puedes encontrar cualquier cosa que te puedas imaginar, y todo es una tentación jajaja. Además este día inauguraban una nueva tienda y había muchísima expectación, obviamente no me podía ir de allí sin entrar, pero… se quedó en eso, en entrar, porque había tantísima gente que era imposible ver los productos, no te podías ni mover por los pasillos y, claro está, Pere también se agobió un poco en esa situación :p

Callejeamos un poco y vimos un nuevo local temático de Alice on Wednesday. Ya nos habíamos interesado por este negocio en Osaka, cuando vimos largas colas de señoritas frente a su puerta. Internet nos desveló que era una nueva tienda de artículos exclusivos del mundo de Alicia, no sólo pendientes, horquillas y demás abalorios, sino también comida creada especialmente para ella y por supuesto un decorado inigualable como si estuvieras dentro del propio cuento.

La peculiar y cuca fachada de Alice on Wednesday
La peculiar y cuca fachada de Alice on Wednesday

Así que al ver un nuevo local de Alice on Wednesday en Tokyo y con poca cola, me extrañé pero me fui directa a la puerta a preguntar si podía entrar, por pedir no se pierde nada. Me entendí como pude con la chica de la entrada, y resulta que tenías que pedir hora por internet; entonces, a tu hora, ir allí y hacer cola, vamos una historia. Miramos, como no, por internet, la única hora disponible era unas 3 horas después, lo que nos hubiera impedido visitar nada más ese día e impedir que Pere pudiera ver merchandising interesante en Akihabara, así que tuvimos que sacrificar la visita, posponiéndola para nuestro próximo viaje a Japón, que si la salud lo permite, seguro que habrá 😉

Akihabara de noche
Akihabara de noche

Nos dirigimos hacía Akihabara, con sus neones y sus enormes edificios. Volvimos a entrar en el enorme Mandarake de paredes negras, descubrimos nuevos edificios con millones de figuritas en sus estantes y tantos o más mangas. Nos empapamos de cultura otaku, disfrutamos con la perfección de algunas figuras que llegan a ser obras de arte y, cuando ya empezó a hacerse algo tarde y el cansancio hizo mella en nosotros, decidimos cenar algo rápido por la zona y volver a nuestro apartamento a dormir. El día siguiente nos esperaba la triste despedida, aunque con un toque alegre, con la Fiesta de la Aparición del Kannon de Asakusa.

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