
[17/10/2019]
Jugando con la nieve
Como comenté, dormimos en Egilsstaðir para estar cerca de nuestro primer destino del día, el pueblo de Seydisfjördur.
Había nevado toda la noche, así que la carretera estaba cubierta con una capa de nieve y los campos colindantes eran literalmente un enorme manto blanco. Una vez superado el miedo, o más bien el respeto, a conducir por una carretera nevada, comenzamos a disfrutar del blanco paisaje.
Había toneladas de nieve, en cuanto vimos un lugar adecuado nos paramos a corretear y jugar sobre ella como niños pequeños. (Recordad que somos de Mallorca y la nieve la vemos poco :p así que para nosotros esto ya era un espectáculo digno de disfrutar).

Reemprendimos la marcha hasta la cascada de Gufufoss, que se encuentra en la propia carretera, poco antes de llegar al pueblo. Es cierto que la cascada no es gran cosa, pero es una parada obligada si visitas el pueblo de Seydisfjördur, ya que no hay que desviarse.

Tras las fotos de rigor, esta vez sí, conducimos hasta Seydisfjördur. El pueblecito es muy chiquitín y con mucho encanto, en una horita o menos lo recorrimos entero a pie, fotografiando y deteniéndonos a admirar la arquitectura típica de la zona.

Volvimos por la misma carretera nevada, disfrutando del paisaje blanco, ya que está es la única carretera que lleva al pueblo.
Nuestra siguiente visita debían ser las cascadas Dettifoss y Selfoss, lamentablemente, tras conducir un poco por la carretera que lleva hasta ellas, no nos atrevimos a seguir con nuestra carraca. La carretera está en muy mal estado y, a pesar de que está permitida la circulación de vehículos normales, nuestra furgoneta se movía de un lado a otro y nos obligaba a ir a 10 por hora, por lo que, a pesar de ser considerada una de las mejores cascadas, no vimos factible acceder a ella.
Volcán nevado
Así que nos dirigimos al Cráter Viti, cráter perteneciente a la caldera volcánica Krafla. Si hace buen tiempo se puede rodear, según tengo entendido. Pero cuando nosotros fuimos estaba completamente nevado y helado, así que había una cuerda que impedía no solo bordearlo sino incluso acercarse.

La vista del cráter helado es preciosa y, aunque nos hubiera gustado bordearlo, a lo largo del día tendríamos la oportunidad de hacerlo en otro.
Estando allí arriba nos empezó a nevar y decidimos bajar antes de que cortaran la carretera, porque sí, vimos barreras para cortar la carretera en caso de grandes nevadas. El asfalto comenzaba a estar bastante tapado y no quisimos arriesgar.
Eso sí, un poco más abajo, cuando lo vimos seguro, volvimos a pararnos en otra enorme explanada blanca de una inmensidad tal que parece que estuvieras solo en un paisaje desolado.

El duro clima de Islandia junto con las enormes cantidades de nieve recreaban un paisaje que parecía sacado de un película de ciencia ficción.
Fuego de las profundidades de la tierra
Continuamos nuestro recorrido a un lugar mucho más cálido, el área geotermal de Hverir, repleta de fumarolas. Puedes ir recorriendo un sendero marcado alrededor del cual se encuentran las distintas fumarolas y pozas de lodo hirviendo, eso sí, con mucho cuidado de no meter el pie donde no toca y acabar cocido.

Destaca en toda la zona el color ocre y el fuerte olor a azufre característico de este tipo de actividad geotermal.
En una de las zonas hay una fumarola que tira mucho humo y la gente hace cola para atravesarlo. Aviso que cuando estés en el centro del humo ¡no se ve absolutamente nada! Simplemente sigues hacía adelante por instinto y a los pocos pasos ya vuelves a ver. A Carlos, que lleva gafas y se le empañan, le costó un poco más, se desvió un poco y comenzó a sentir el calor que le iba chamuscar las cejas, menos mal que supo redirigirse y salir bien.

Una vez bien ahumados nos dirigimos a la última parada del día, el cráter Hverfjall. Este no estaba nevado y afortunadamente pudimos rodearlo. La cuesta es algo empinada y cansa un poco, pero no es demasiado larga y vale muchísimo la pena. Además cuando llegamos el sol empezaba a descender dejándonos un espectáculo digno de postal.

Hverfjall es un cráter de un intenso color negro, perteneciente a un volcán extinto. Tiene una forma cónica casi perfecta, por lo que cuando miras al interior parece que en cualquier momento pudiera volver a expulsar lava.
Esa noche la pasamos en un camping cercano, Hlid campsite. Prácticamente enfrente del lago Myvatn, el famoso lago volcánico. Son muy conocidos sus baños termales, nosotros no los visitamos porque son muy caros y nos parece una manera de sacar un pastón a los turistas por cosas que puedes hacer gratis o mucho más barato en otras zonas.

El camping me atrevería a decir que es el mejor en el que estuvimos, los baños tenían calefacción y era un gustito entrar en ellos, incluso me planteé dormir allí dentro jajaja. En cuanto a la zona de cocina/comedor también estaba algo más protegida, con placas de aluminio, aunque igualmente hacía algo de frío.

Dormí emocionada porque al día siguiente descubriríamos un lugar de Islandia donde siempre es Navidad.